El consumo de fármacos durante la COVID-19 se redujo de manera global, destacando el de antibióticos, que disminuyó en un 8,5%
Marina Rovira Illamola y José Miguel Sotoca Momblona, pertenecientes al Servicio de Farmacia del Hospital Clínic de Barcelona y miembros del Consorci d’Atenció Primària de Salut Barcelona Esquerra (CAPSBE); y Antoni Sisó Almirall, Médico de familia, Director de Investigación del CAPSBE y profesor titular del Departamento de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universitat de Barcelona, ha realizado un estudio en el que se analiza cómo la situación provocada por la pandemia afectó directamente en el seguimiento e inicio de tratamientos para diferentes grupos farmacológicos.
Los resultados de este estudio refieren que los grupos farmacológicos en los que se observó mayor reducción del porcentaje de pacientes tratados en 2020 en comparación con la media de 2017-2019 fueron los antibióticos para uso sistémico, prescritos un 8,5% menos que en el periodo anterior; seguido de los antinflamatorios no esteroideos sistémicos, con una reducción del 5,9%; y los antiulcerosos, con un 2,8% menos de recetas.
En términos totales, el inicio de tratamientos con antibióticos para uso sistémico pasaron de 9.833 en 2017; a 6.440, en 2020. Así como de 15.128 pacientes tratados en 2017; a 10.145, en 2020. Es decir, una diferencia de casi 5000 pacientes (4.983).
Los inicios de tratamiento con antiinflamatorios no esteroides pasaron de 9.214 en 2019; a 6.217; mientras que los pacientes tratados, pasaron de 14.789, en 2019; a 11.080, en 2020; lo que significa que hubo 3.709 pacientes menos con tratamientos con estos fármacos.
En lo que se refiere a los antiulcerosos, la diferencia más llamativa es la que existe entre los inicios de tratamiento en 2018, que ascendió a 4.108; y los iniciados en 2020: 3.125. Del mismo modo, en 2018 había 14.633 pacientes que se trataban con antiulcerosos; mientras que en 2020, esa cifra apenas llegó a los 13.295.
En cuanto a inhaladores para el asma y la EPOC; el paracetamol; y los ansiolíticos y benzodiacepinas, se detecta una reducción más ligera: -1,9%; -1,8% y -1,6%, respectivamente. En la misma línea descendente se encuentran los antihipertensivos (-1,5%), antitrombóticos (-1,4%), opioides (-1,4%), agentes modificadores de lípidos (-1,3%) y antiagregantes plaquetarios (-1,3%). Únicamente en el grupo de los anticoagulantes orales se aprecia un aumento muy modesto del porcentaje de pacientes consumidores (+0,2%).
Posibles motivos de esta reducción
Los autores del estudio han buscado posibles explicaciones a estos datos: “Durante 2020, como consecuencia de la pandemia, se iniciaron menos tratamientos y, en general, los tratamientos crónicos ya instaurados se mantuvieran con una ligera disminución, quizás debido a un exceso de mortalidad. Existen diferentes factores que contribuirían a la disminución de la utilización de fármacos durante la pandemia, como la adherencia al tratamiento, la dificultad de acceso a la asistencia sanitaria o una propagación menor de otras enfermedades diferentes a la COVID-19”. Señalan también que el confinamiento domiciliario, las restricciones a la movilidad, junto con el refuerzo de las medidas de higiene, la distancia social y el uso de mascarillas pudieron contribuir a evitar la transmisión de patógenos responsables de infecciones bacterianas en la comunidad.
Y añaden que en relación con la accesibilidad al sistema sanitario, “los cambios organizativos en los centros de salud afectaron a la relación médico-paciente. En los primeros meses de la pandemia, los centros de salud de nuestro ámbito modificaron la atención sanitaria a los pacientes, limitando su acceso, con pérdida de las visitas programadas de seguimiento, y sustituyendo las visitas presenciales por visitas virtuales y telefónicas”. En este sentido, los autores señalan que en 2020 las visitas presenciales se redujeron un 55,17%, mientras que las virtuales y telefónicas se incrementaron un 94,28% y un 686,39% respectivamente.
Es interesante señalar que ya son varios los estudios que han puesto de manifiesto que los cambios organizativos de los servicios de Atención Primaria a causa de la pandemia de la COVID- 19 se acompañaron de una reducción en el diagnóstico de patologías crónicas como hipertensión arterial, hipercolesterolemia y diabetes mellitus tipo 2, entre otras. Esta disminución, de enfermedades que requieren tratamiento farmacológico “podría explicar la disminución en la incidencia de nuevos tratamientos observada en nuestro estudio para todos los grupos farmacológicos”, concluyen.
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