El dolor crónico desde la auto narración positiva, en el número de mayo de DocTutor
José Luis Bimbela, de la Escuela Andaluza de Salud Pública, es el autor del primer texto, titulado Una historia de dolores y de grietas. Y de vida. Se trata de una narración en primera persona sincera, dura y sorprendente que empieza así: “En 2009 decidí matarme. No podía más.” A continuación describe cómo cambio su propia narración y forma de ver la vida y vivir su dolor cuando escribía la carta de despedida a sus padres. Aquello cambió su vida porque, para empezar, la prolongó. Y le dio un sentido.
Reescribiendo la narrativa del dolor: la plasticidad narrativa y las trampas del pensamiento excesivo trata de cómo mantener una narrativa negativa puede ser un factor determinante para la continuidad del sufrimiento. Así es al mantener a la persona en un bucle de desesperanza sin salida. Por eso, el texto ofrece el testimonio de una experiencia transmitida por un médico para tratar de mantener narrativas positivas ante situaciones sin “salida clínica”.
El tercer artículo del DocTutor de mayo está coescrito por cinco profesionales de distintos ámbitos: Adrián Pérez-Aranda, Jennifer Hofmann, Albert Feliu-Soler, Carmen Ramírez-Maestre, Laura Andrés-Rodríguez, Willibald Ruch y Juan V. Luciano. Entre todos ellos se aborda la relación existente y comprobada entre el humor y el dolor crónico con el texto Riéndonos del Dolor: una revisión narrativa del humor, el sentido del humor y el dolor crónico.
“Los resultados de los estudios correlacionales muestran asociaciones significativas entre el uso del humor y variables principales como la ansiedad y el catastrofismo”.
Finalmente, en Nada aclara tanto un caso como explicárselo a otra persona, un médico retirado que responde a las iniciales C.M. cuenta en primera persona qué importante ha sido para él su labor como docente, labor que ejerció durante 30 años hasta su jubilación.
“Después de mi jubilación, continué practicando la medicina como voluntario en una clínica para personas desfavorecidas. No me perdí el largo viaje a mi trabajo anterior ni algunas de las responsabilidades administrativas, pero subestimé enormemente lo perdido que me sentiría, privado de ese fermento intelectual que supone el interactuar con residentes y estudiantes. De hecho, eran indispensables para mí”.
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