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El consumo de ansiolíticos y antidepresivos aumenta el riesgo de caídas en los mayores

El consumo de ansiolíticos y antidepresivos aumenta el riesgo de caídas en los mayores

Fecha de publicación: 06 de noviembre de 2007

Las caídas en una persona mayor tienen importantes consecuencias físicas, psíquicas y sociales. El 33% de los ancianos que viven en residencias ha sufrido alguna caída, cifra similar a las que se producen en la comunidad. El consumo de antidepresivos y el delirio en el mes previo al ingreso en la institución fueron las principales causas de caídas.

Estos datos pertenecen a un estudio realizado con 203 mayores de 80 años, de los que 68 de ellos había sufrido alguna caída en los 9 meses de seguimiento, y presentado en el XXVII Congreso de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), que desde mañana y hasta el próximo sábado 10 de noviembre se celebra en el Centro de Congresos de Valladolid (Institución Ferial de Castilla y León) de Valladolid bajo la organización de la Sociedad Castellano Leonesa de Medicina de Familia y Comunitaria (socalemfyc).

El trabajo presentado en esta reunión concluye que de todos los factores analizados (edad, peso, uso de ayudas para deambular, diagnóstico de demencia, delirio en el mes previo, déficit visual y trastorno depresivo y consumo de antidepresivos), sólo el delirio y el uso de antidepresivos se relacionaron con la aparición de caídas. Para la doctora Pilar Regato, coordinadora del Grupo de Atención al Mayor de semFYC, “en muchos casos, cuando el mayor acude a la consulta ya ha pasado tiempo desde que sufrió la caída y no nos la cuentan.

Por este motivo, es muy importante que los profesionales llevemos a cabo una búsqueda activa y que cuando realicemos la valoración geriátrica integral preguntemos expresamente al paciente sobre estos problemas. Sufrir más de dos caídas en un mismo año supone tener un alto riesgo de que este accidente se repita. Las caídas son un predictor de morbilidad y de dependencia, ya que además derivan a otros problemas más graves como es la fractura de cadera y la institucionalización.

Los medicamentos, un factor de riesgo
El consumo de medicamentos es uno de los principales factores que contribuye a disminuir la capacidad funcional y cognitiva y eleva el riesgo de sufrir una caída. Según la doctora Regato, los ansiolíticos, sobre todo las benzodiacepinas, seguido de los antidepresivos son los fármacos que más incrementan el riesgo de caída en los mayores. “El efecto sedativo que tienen estos medicamentos aumenta el riesgo de que los mayores sufran una caída cuando se levantan de la cama.

Otros factores a tener en cuenta son los obstáculos físicos que existen en las calles y en las casas es decir todos los llamados factores extrínsecos (suelo, iluminación, escaleras, mobiliario, calzado, ropa, baño, calle transporte etc) y que, por supuesto, no deberían estar en las residencias, además del deterioro cognitivo y la demencia y los trastornos del equilibrio y la marcha”.

La prevención de caídas constituye una de las prioridades del médico de familia en el manejo del mayor, debido a las consecuencias que tiene tanto en términos de dependencia (síndrome post caída) como de morbilidad y económicas (fracturas de cadera). Los problemas auditivos y sensoriales y el uso de fármacos sedantes elevan significativamente este riesgo de caídas. Caídas frecuentes, depresión, inquietud, incontinencia urinaria, estreñimiento o diarrea y pérdida de memoria son algunos de estos síntomas a los que el médico deberá prestar atención.

La doctora Regato subraya la conveniencia de revisar periódicamente y de forma sistemática todos los medicamentos que consume una persona mayor y conocer dónde viven para saber qué barreras hay dentro de la casa y qué ayudas se pueden poner en sus domicilios para evitar las caídas. En el caso de la demencia hay que detectarlo lo antes posible para trabajar con la familia y los cuidadores y así organizar conjuntamente los recursos que van a ser necesarios a lo largo del proceso de dicha enfermedad”.

Cuando viven en su domicilio
Cuando el mayor vive sólo en su casa se incrementa más aún el riesgo de caídas. “Las posibilidades aumentan cuando se levantan para ir al cuarto de baño, que es uno de los sitios de la casa donde más percances se producen. De ahí la necesidad de adaptar la vivienda: poner barras a los lados del WC, cambiar la bañera por un plato de ducha, etc. Otro recurso muy útil es la tele asistencia, que es un sistema de vigilancia y seguridad muy eficaz”, afirma esta experta.

En muchos casos, que el mayor ingrese en una residencia es una recomendación directa del médico de familia. “Si la persona mayor no puede valerse por sí misma y la familia no puede hacerse cargo, el médico de familia habla con el/la trabajadora social para valorar la posibilidad de ingreso en la residencia. Siempre es un proceso muy largo, en el que la familia se plantea muchas dudas y durante el cual el profesional juega un papel calve en el seguimiento y apoyo de los familiares”, afirma la doctora Regato.

Apoyo del cuidador
La demencia es un proceso muy largo, con una duración media de diez años, tiempo durante el cual el médico de familia tiene un contacto directo con la cuidadora. “En primer lugar”, explica la doctora Regato, “se la informa sobre la enfermedad, su pronóstico y evolución; qué recursos sociales y asistenciales existen; si puede acudir a asociaciones o grupos de apoyo; se les cuenta las fases por las que va a ir pasando el enfermo y se le apoya psicológicamente, sobre todo para que sepa poner límites al cuidado. Tiene que aprender a cuidar de si misma, ya que en muchos casos son mujeres de entre 50 y 60 años que cuentan con su propia problemática. Es frecuente que sufran problemas de insomnio, de aislamiento social e incluso lleguen a abandonar el trabajo”.

Para esta experta, lo más importante es que la cuidadora entienda que esa persona es una enferma y que su comportamiento, sus cambios continuos de humor, los insultos, etc se deben a ésta. “Pero siempre van a mantener intacta la capacidad de sentir, de emocionarse, por tanto, aunque dejen de hablar o pierdan la capacidad de reconocer es muy importante seguir acariciándoles y hablándoles con cariño”, añade.

Envejecimiento activo

Según esta experta, el médico de familia desempeña un papel clave para prevenir o retrasar esa dependencia y hacer realidad el concepto de envejecimiento activo. “Aunque consideramos a una persona mayor a partir de los 65 años, existe una franja que va desde los 65 hasta los 80 en los que muchas de estas personas aún se encuentran saludables y con los que es muy importante promover actividades preventivas para que sigan manteniendo una buena calidad de vida.

Pero a partir de esa edad (75-80 años) es cuando empiezan a surgir los problemas de salud que generan discapacidad y es lo que consideramos un anciano frágil. Una persona que aparentemente se encuentra bien, pero que su estado de salud se puede ver afectado por una simple gripe o una caída que puede provocar que una persona que se valía por si misma necesite la ayuda de otras para llevar a cabo sus actividades cotidianas”.

Ley de Dependencia

En cuanto a la nueva Ley de Dependencia, la doctora Regato considera que hoy por hoy prácticamente no ha aportado nada ni para el enfermo con demencia ni para su cuidadora. “Aunque existen diferencias por comunidades autónomas, teniendo en cuenta que se llevó a cabo con una escasa participación del Sistema Sanitario, la implicación del profesional de atención primaria ha sido escasa. Nuestro papel es elaborar los informes de salud que exige la ley para la valoración de la dependencia.

En el caso concreto de Madrid, ni siquiera se ha empezado a aplicar la ley. Por lo que tampoco ha habido una avalancha, como se temía, para realizar estos informes. Andalucía es una de las comunidades más activas e incluso se ha creado un Plan Integral de Atención a la Dependencia coordinado por la Consejería de Salud”.

La doctora Regato concluye que en general existe una gran desinformación sobre la ley, tanto entre los profesionales como entre la población. “Para que se pueda aplicar esta ley es imprescindible dotar de mayores recursos a la atención primaria, aumentar los servicios de rehabilitación, fisioterapia y geriatría y potenciar los cuidados de convalecencia o larga duración como ya dice la ley de Cohesión”.