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¿ Qué necesitamos los médicos de familia al terminar la residencia?

¿ Qué necesitamos los médicos de familia al terminar la residencia?

Fecha de publicación: 15 de julio de 2007

Poco a poco va descubriendo los diferentes ámbitos que engloban la especialidad, y construyendo la imagen de lo que quiere llegar a ser, casi siempre proyectada en el tutor, en el «residente mayor» y en los demás compañeros del centro de salud. Sin embargo, al terminar la residencia el joven médico de familia se da cuenta, casi desde el primer momento, de que el panorama no es tan cómodo como esperaba.

Es cierto que hay mucho trabajo, y que las cosas parecen estar cambiando a mejor en muchas comunidades autónomas (CCAA). En ese sentido, somos conscientes del esfuerzo que desde las administraciones públicas se está haciendo para dar respuesta a los problemas de la sanidad pública. Pero también es cierto que el médico joven puede tardar muchos años en encontrar cierta estabilidad y calidad laboral que le permita poner en práctica todo lo que había aprendido durante la anterior etapa. Y también es cierto que tiene que estar continuamente sorteando obstáculos y abriéndose hueco en este mundo, en ocasiones a costa de mucho sacrificio y esfuerzo, no sólo personal, sino de su propia familia. En ese momento, el médico joven recurre al mecanismo defensivo de pensar que todo es cuestión de aguantar y esperar. Pero, ¿hasta cuándo? Y, sobre todo, ¿por qué?

Necesitamos trabajo estable y digno
La fase de formación MIR no es un cheque en blanco. El entusiasmo, las ganas y la iniciativa que los médicos jóvenes atesoramos pueden desaparecer en poco tiempo si no encontramos en los primeros años de andadura por el mercado laboral unas condiciones laborales y profesionales dignas que nos permitan desarrollar todo nuestro potencial.

Los responsables de recursos humanos y los gerentes deben saberlo: la sociedad española, que pretende ser evolucionada, no debe permitirse el lujo de desperdiciar a generaciones enteras de profesionales en los que se ha invertido no sólo tantos recursos humanos y materiales, sino tanta ilusión en su formación y desarrollo inicial. Porque sería tremendamente injusto. Porque provocaría insatisfacción en el trabajo. Porque deterioraría la calidad de nuestro sistema sanitario. Y porque sería altamente ineficiente.

Ahora que tanto se habla de indicadores cuantitativos para valorar la satisfacción, la calidad y la eficiencia del sistema de salud, podríamos proponer que se tengan en cuenta otro tipo de datos, como por ejemplo, las implicaciones que tiene que, en algunas CCAA, a prácticamente un tercio de los médicos jóvenes no les quede más remedio que hacer las maletas para buscar mejores condiciones laborales en otras CCAA o en países vecinos. ¿Cómo medir la insatisfacción de estos compañeros? ¿Cómo valorar estas pérdidas?

Si preguntáramos ahora mismo a un puñado de médicos jóvenes qué es lo que más desearían alcanzar en su inmediato futuro profesional, casi todos, de forma unánime, responderían que estabilidad laboral. Por obvio que parezca, nos sobran motivos para exigirla.

Colgados del teléfono móvil, pendientes de recibir cada día una nueva «llamada del trabajo», sin estabilidad laboral, no podemos dar una continuidad a los cuidados de nuestros pacientes. Ni poner en práctica todo lo que sabemos y podemos hacer. Ni integrarnos a todos los niveles en el equipo de salud como uno más. Ni podemos hacer frente a nuestras propias necesidades formativas e investigadoras. Si esta situación se prolonga excesivamente, el médico joven se ve abocado al aislamiento y a la desesperación de no ver colmadas sus lógicas expectativas. Y esto no ocurre, desafortunadamente, de forma puntual.

Después de muchos años de lucha por reivindicar nuestro lugar en el sistema sanitario, parece que las administraciones están dirigiendo sus empeños en mejorar la situación de la atención primaria, pero es necesario redoblar estos esfuerzos. Y pensamos que hay que hacerlo de manera preferente.

Necesitamos estar formados e informados, investigar y participar

El mercado laboral es duro y exigente. El periodo MIR se caracteriza por aportar al futuro especialista una formación adecuada, y afortunadamente podemos presumir de tener uno de los sistemas docentes de posgrado más desarrollados de nuestro entorno. Pero lo primero que se le viene a uno a la cabeza cuando termina es que eso no le sirve para lo que más le interesa ahora, que es, sencillamente, encontrar un trabajo estable y de calidad.

Para poder afrontar los problemas que surgen necesitamos estar bien asesorados e informados de las posibilidades laborales y de desarrollo profesional. El papel de sindicatos, colegios de médicos y sociedades científicas, en este sentido, sin olvidar a la propia administración pública, es fundamental. Pero también lo es en nuestra formación. Los médicos jóvenes debemos seguir formándonos, no sólo para ampliar nuestro currículo, sino porque resulta imprescindible para poder afrontar los nuevos retos y problemas del día a día.

Sin embargo, nos encontramos en una etapa en la que la formación es más difícilmente accesible para nosotros ya que, precisamente cuando se ofertan actividades formativas o científicas, es cuando se recurre al médico joven para sustituir al médico titular. Por ello, precisamos de medidas laborales y políticas que favorezcan e incentiven que el médico joven pueda seguir profundizando en el aprendizaje de los diversos ámbitos de su especialidad.

Además, es imprescindible que los jóvenes médicos dispongamos de espacios de participación propios en las instituciones, y que éstas integren en sus agendas las preocupaciones, expectativas y necesidades de nuestro colectivo.

No me olvido de la investigación. En ella reside la oportunidad de progreso de la medicina. Los médicos jóvenes tenemos una actitud hacia la investigación que nos hace idóneos para desarrollar actividades científicas. Necesitamos cultivar nuestras inquietudes por investigar y descubrir lo que encierran los interrogantes de la práctica clínica cotidiana, pero las condiciones actuales no son favorables.

Sólo algunos datos: en algunas CCAA, alcanzar al grado de doctor (con lo que ello supone: 2 años de cursos, suficiencia investigadora y realización y defensa de una tesis doctoral), en los baremos de procesos selectivos equivale a menos de 1 año de tiempo trabajado; en otras, 1 comunicación a un congreso puntúa como sólo 2,5 días de experiencia laboral. Algunas becas de investigación de las que muchos de nosotros podemos disfrutar para desarrollar proyectos de investigación, no cubren ni la mitad de nuestras necesidades salariales, debiendo complementarlas con contrataciones asistenciales precarias para poder seguir adelante. Así es difícil encontrar algún incentivo. Por ello, pedimos mayor esfuerzo de las administraciones y sociedades científicas para seguir buscando fórmulas que hagan más fácil que los médicos jóvenes podamos forjar una trayectoria investigadora que ayude a dar un impulso a los grandes retos de nuestra sociedad.

Necesitamos seguir soñando (y trabajando)

Necesitamos soñar con que la medicina de familia es posible. Somos testigos de los numerosos cambios que está experimentando la atención primaria. Una nueva etapa parece estar naciendo y tenemos motivos para sentirnos esperanzados en que todo cambiará.

Pero lejos de caer en la complacencia de congratularnos por este hecho, debemos seguir trabajando para conseguir que la medicina de familia tenga el sitio que se merece en nuestro sistema de salud. El compromiso de los jóvenes médicos de familia con nuestra especialidad y el inconformismo que nos motiva a seguir buscando caminos por donde avanzar son la clave para conseguirlo. El futuro es nuestro, lo sabemos, lo queremos y vamos hacia él.

Agradecimiento: A todos los miembros de la Sección de Jóvenes Médicos de Familia de semFYC que han participado en éste, su primer año de andadura.

Enrique Gavilán. Médico de Familia, Coordinador de la Sección de Jóvenes Médicos de Familia de semFYC Tribuna publicada en El Médico , n.º 1035, 30; 6 julio 2007.