Casi el 70% de los médicos de familia de Cataluña presentaba niveles altos de agotamiento emocional y otros problemas de salud mental, un año después de la pandemia
- Así se afirma en una investigación publicada esta semana en Revista Clínica de Medicina de Familia, de la semFYC
- El estudio realizado por el Grupo de Investigación Burnout-MF ha tenido como objetivo estimar la prevalencia del burnout en médicas y médicos de familia de Cataluña durante la pandemia e identificar factores asociados sociodemográficos, laborales y de salud mental.
- Los resultados de este informe también refieren altas tasas de las otras dos áreas evaluadas en el burnout: el 42,7% de los encuestados mostró puntuaciones altas en despersonalización; y el 29,9%, niveles bajos de realización personal. Casi el 18% de los participantes experimentaron afectación simultánea en las tres áreas.
- En lo que se refiere a la salud mental, un 25,4% de los participantes presentaba síntomas de depresión; más del 36,1%, ansiedad; y el 42%, estrés. En todos los casos los niveles se movían entre la moderación y la severidad.
“Burnout en los médicos de familia de Cataluña durante la quinta ola de la pandemia COVID-19” es el título del original, publicado esta semana en Revista Clínica de Medicina de Familia, revista de la semFYC. El estudio está realizado por el Grupo de Investigación Burnout-MF y arroja datos sobre el impacto psicológico que la pandemia de la COVID-19 tuvo en los profesionales sanitarios, tanto en lo que se refiere al denominado burnout en sus tres dimensiones (agotamiento emocional, despersonalización y realización personal), como en relación con la salud mental, es decir, depresión, ansiedad y estrés. El estudio se ha basado en una encuesta a 522 médicas y médicos de familia en ejercicio en Cataluña.
Ante la situación de médicos y médicas detectada, el estudio incide en la necesidad de la “toma de medidas organizativas para proteger la salud mental de los y las profesionales”, puesto que no solo afecta a su bienestar, sino también “a su rendimiento laboral, comprometiendo la calidad del trabajo y la seguridad del paciente”.
Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19, en marzo de 2020, los profesionales de la Atención Primaria se enfrentaron a la saturación del sistema de atención médica y a la restricción de la atención presencial, lo que condujo a cambios en los roles de los profesionales y en los flujos de trabajo, incorporando la identificación y seguimiento de casos y contactos, atención en residencias de atención a personas mayores y la prestación de servicios de atención domiciliaria a pacientes con COVID-19. Esta adecuación se llevó a cabo, además, en un complejo escenario de incertidumbre científica y social. Como resultado de esas circunstancias, los médicos y las médicas de familia experimentaron un impacto significativo en su salud física y mental, en el que es susceptible desencadenar el síndrome de burnout como una manifestación del agotamiento mental y emocional.
El estudio realizado por el Grupo de Investigación Burnout-MF —entre los que se encuentran destacados miembros de la semFYC, como Antoni Sisó, Josep Basora o Mònica Solanes— arroja datos prepoucpantes sobre el nivel de burnout entre los médicos y las médicas de familia encuestados (522) en Cataluña, entre el 18 de junio y el 28 de julio de 2021. Los más significativos son que el 67,5% de encuestados presentó niveles altos de agotamiento emocional; el 42,7%, de despersonalización; y el 29,9%, de niveles bajos de realización personal. Además, casi el 18% de los participantes experimentaron afectación simultánea en las tres áreas.
Uno de los objetivos de la encuesta era identificar factores sociodemográficos, laborales y de salud mental asociados a los niveles de burnout. Y en ese sentido cabe destacar que la edad y los años de antigüedad laboral se asoció de forma inversa al agotamiento emocional y la despersonalización alta. Es decir, aquellos facultativos con mayor experiencia y antigüedad experimentaron menor agotamiento y despersonalización. Del mismo modo, una menor edad supuso mayor riesgo de burnout. “Probablemente, con la edad y la experiencia profesional se van desarrollando mecanismos eficientes de afrontamiento de las situaciones estresantes que protegen contra los resultados psicológicos adversos”, afirma el texto.
En cuanto a la diferencia por géneros, cabe destacar que la prevalencia de agotamiento emocional elevado fue mayor entre las mujeres (71,1%) que entre los hombres (54,3%); así como entre aquellos que estuvieron expuestos a pacientes con COVID-19 con alta frecuencia (70,3%), frente a los que lo hacían de manera ocasional (57,7%).
Salud mental: depresión, ansiedad, estrés
En cuanto a las variables relacionadas con la salud mental, los porcentajes que se deducen de esta encuesta resultan preocupantes: una cuarta parte de los participantes tenían niveles significativos de depresión; un tercio, de ansiedad; y cerca de la mitad, niveles de estrés relevantes. Por otro lado, se desprenden datos alarmantes de niveles severos de depresión (4,8%); ansiedad (7,3%); y estrés (5,2%). En todos estos casos, las mujeres presentaban resultados más altos que los hombres.
Los resultados que cruzan las variables psicológicas y el burnout apuntan a que la depresión se relaciona con niveles elevados de despersonalización y una baja sensación de logro personal en el trabajo. Por otro lado, la ansiedad se asocia con un alto nivel de agotamiento emocional, mientras que el estrés se relaciona con los tres aspectos del burnout. Del mismo modo, tener antecedentes de un trastorno psicológico previo se asoció significativamente a un agotamiento emocional alto.
Comparativa con estudios previos
Los autores del original destacan la diferencia de resultados con respecto a estudios anteriores: “La prevalencia global de burnout en nuestro estudio es superior a la reportada en un estudio internacional llevado a cabo en 2003 con médicas y médicos de familia de 12 países europeos. En este estudio, la prevalencia global era de un 12% y con esta cifra ya se concluía que esto podía representar un problema relevante para los sistemas sanitarios. En un análisis longitudinal de una muestra de 40 médicas y médicos de familia, documentan bien la progresión en relación con la eclosión de la pandemia: la prevalencia de burnout, definido como una afectación concomitante de las tres dimensiones, pasó de un 10% en 2019 a un 50% en octubre de 2020 (7 meses después de que en España se promulgara el estado de excepción por la pandemia)”. Y quieren incidir en lo que estos resultados suponen en términos de deterioro de la salud mental “y, consecuentemente, con la calidad del ejercicio profesional”.
“El burnout afecta tanto al bienestar de las y los profesionales como a su rendimiento laboral, comprometiendo la calidad del trabajo y la seguridad del paciente. Por otro lado, en el transcurso de la pandemia también se han constatado sentimientos de responsabilidad profesional y cívica que han surgido entre profesionales de la sanidad como una forma de resiliencia y protección frente a estas situaciones estresantes”, concluye el texto.
Esta situación plantea a los autores la necesidad de llevar a cabo “cambios en las estructuras organizativas, en el entorno laboral y en las condiciones de trabajo. En la medida en que se están gestionando situaciones nuevas y cambiantes, habrá que evaluar en un entorno de práctica clínica la utilidad y la efectividad de las intervenciones preventivas o terapéuticas que se proponen y la mejor manera de implementarlas”.