Una médica de familia desde Senegal: No valoramos ni cuidamos el sistema sanitario que tenemos
Acabé la residencia de MFyC en diciembre de 1994. Eran malos tiempos para conseguir trabajo estable y decidí irme con Médicos sin Fronteras al Zaire. Mi contrato hubiera empezado en junio de 1995, justo cuando estalló la primera epidemia de Ébola y anulé el viaje.
Desde entonces, siempre ha estado en mis “debe” el tema de la cooperación internacional, aunque por diversos motivos personales, laborales, familiares… siempre ha ido a la cola de los proyectos que he ido emprendiendo.
La vida te quita y la vida te pone oportunidades para poder llevar a cabo tus sueños y esa oportunidad acabó dándose en este mes de noviembre de 2015, 20 años más tarde.
Y aquí empieza un relato de vivencia personal en Senegal, del que espero que algunos compañeros y compañeras saquen sus propias conclusiones, no quisiera caer en dar consejos ni en pedir nada. Mis propias conclusiones aun no están muy claras, pues regresé ayer mismo y la luz de África ciega todavía mi razón y estoy más emocionada que analítica.
Lo que primero que os diría es: si quieres colaborar con una ONG, Asociación… si quieres ser voluntario sanitario de cualquier iniciativa de cooperación internacional, prepáralo con mucho tiempo. Estudia, averigua, pregunta, habla con compañeros que hayan ido, ve a jornadas, aprende, infórmate del proyecto a realizar, asegúrate que los objetivos son claros y posibilísticos… preocúpate de que tu esfuerzo, tu tiempo, el de tu familia y la inversión económica que vas a hacer va a tener un mínimo de garantía de éxito.
Y, os lo digo con el corazón encogido, no ha sido mi caso. No me preocupé lo suficiente de preparar mi viaje ni estudié la situación de viabilidad del proyecto, ni supervisé la logística que me haría sostenible en todos los sentidos (profesional, económica y emocionalmente). Simplemente, confié.
Mucho se comenta sobre la efectividad de estas expediciones de buena voluntad y es que ahora sé que es cierto que no es suficiente con los buenos propósitos para llevar a cabo cualquier acción en los países del Tercer Mundo. Su idiosincrasia puede desbordar a una organización débil y mucho más a los profesionales si no van amparados por una sólida estructura.
Supongo, que a pesar de ser ONG grandes, ahora que conozco de primera mano la situación en Senegal, los contratiempos deben sucederse uno tras otro. Imaginad cuánto más complicado es si el proyecto fracasa antes de aterrizar en el país de destino y te tienes que ir buscando la vida para no perder el mes que tienes de excedencia para realizar esa colaboración y salvar con dignidad los objetivos, al menos personales, que te marcaste y dar sentido a tanto esfuerzo personal y familiar.
Ya habéis deducido que no os presento un caso de éxito a nivel de la organización con la que viajé y por la que aposté. Pero sí os voy a contar que a nivel personal, finalmente, ha merecido la pena más de lo que un camino de rosas podría haber supuesto. En la adversidad y mediante el esfuerzo, los logros son más logros y seguro calan más profundamente… ya que no pudimos preveer el fracaso, aprendimos mucho de él.
En Senegal, la sanidad no es gratuita. Los pacientes siempre han de pagar, por poco que sea, las consultas, los fármacos y hasta las vendas con las que les hacen las curas. Y no siempre tienen dinero para pagar el equivalente a los 0,75-2 € que cuestan las consultas.
El enfoque es hacia la medicina de procesos agudos y fundamentalmente infecciosos. De una consulta de 15 pacientes, 10 tienen malaria. Todo es malaria hasta que se demuestre lo contrario, y si no es malaria confirmada por gota gruesa o test rápido pero los síntomas se asemejan, se trata como tal pues es el único tratamiento que sí está financiado.
Las consultas se soportan fundamentalmente con la asistencia de enfermeras y mujeres que han sido formadas como agentes de salud pero que no tienen formación sanitaria reglada, sino experiencia. Saben un ABC básico de enfermedades prevalentes y sus tratamientos y tratan de llegar con poco a los máximos rendimientos del sistema. No prestan una mala asistencia si tenemos en cuenta los medios de los que disponen, si bien distan kilómetros luz de nuestra práctica habitual.
He visto a madres que con impotencia admiten que no van a llevar a su hijo de casi un año y 6 Kg. de peso al hospital porque en casa tiene ocho más y no los puede dejar a cargo de nadie ni tiene dinero para pagar el ingreso del pequeño. Ya perdió dos hijos por malnutrición y en sus ojos se expresa el dolor y la resignación como nunca había visto en mi vida. “¿No hay Servicios Sociales que amparen estos casos?", "No”.
“¿Le podemos poner mórficos a esta chica antes de hacerle la cura de una quemadura del 70% de su cuerpo?”, “No”.
“¿Queréis que demos charlas de educación para la salud?” “No, queremos un pozo y una máquina de descascarillar el mijo”.
No es pobreza, es miseria. No hay medios para hacerlo de otra forma que no sea la supervivencia. Y la paciencia infinita con la que la afrontan es la mayor lección que he podido aprender. Aquí nos hemos vuelto exigentes y no valoramos ni cuidamos el sistema sanitario que tenemos, más bien lo dinamitamos en su línea de flotación mediante una praxis sin evidencia y una demanda asistencial desmedida.
Lo que vas a ver en un proyecto de cooperación va a superar con creces lo que habías imaginado, así que más vale que vayas preparado de verdad y con un soporte organizativo lo suficientemente sólido como para que tu estancia repercuta mínimamente en los profesionales y en la comunidad para la que trabajan.
En este mes nos han ido saliendo al encuentro oportunidades de conocer qué hacer si hubiéramos podido hacer algo amparados por una organización. Nos hemos movido a título personal una vez ya desvinculados de todo soporte institucional y en realidad convertimos la acción en formación. Hemos hecho una inmersión total en la realidad sanitaria del país y ahora sí estamos maduros para poder colaborar con personas que desde allí pueden hacer que las cosas sucedan. No conocía la palabra “ contraparte” hasta que pisé Senegal y es una palabra mágica, necesaria, absolutamente imprescindible para poder llevar a cabo cualquier iniciativa con un mínimo de éxito.
Y las oportunidades de colaboración llegaron. Tenemos contraparte y una detección de necesidades. Una voluntad de unas autoridades administrativas, una escritura de un terreno, unos permisos de obra, un compromiso de dotación de recursos materiales y humanos para la asistencia, y sobre todo tenemos 15.000 personas en el distrito de Sam Sam, del barrio de Pikine en Dakar, una auténtica ciénaga, que tienen derecho a la salud y a la sanidad y necesitan que se construya un dispensario que dé atención básica para que los enfermos no se desplacen a muchos kilómetros y las mujeres puedan dar a luz en ellos, para así mejorar el peor indicador sanitario del país, la tasa de muertes de la madre durante el parto.
Hemos ido de menos a más y con prudencia, esta propuesta formal de colaboración, desde la óptica de un fracaso, se vive con esperanza y serenidad. Calculando nuestras posibilidades y los apoyos que necesitamos.
Por eso, al proponerme desde la revista Noticias semFYC que cuente mi experiencia, he optado por no ponerlo de color rosa, reconocer errores y contaros que a pesar de todo ha merecido la pena y que finalmente vamos a necesitar la ayuda de muchos para caminar de la mano de Regina y el alcalde de Sam Sam y disponer de un dispensario que mejore la calida de vida de sus habitantes y a su vez, pueda ser destino de muchos cooperantes españoles que pueden llevar allí a cabo los sueños que yo aun tengo que lograr.
Os agradezco la oportunidad de llegar a muchos médicos y médicas de familia y aquí dejo mi correo y mi cuenta de Twitter para que os pongáis en contacto si os interesa en hacer crecer esta esperanza que nació de la más absoluta desesperanza.
Mª Ángeles Medina Martínez
Médico de Familia de la semFYC
Centro Aux Jose Mª Pemán, Elche, Alicante
Twitter: @magelesmedina
magelesmedina@gmail.com