
En el 8M, hablemos de menopausia: una reflexión del Grupo de Trabajo de Salud Integral de las Mujeres
Con motivo del 8M, un día de reivindicación por los derechos y libertades de las mujeres, desde el Grupo de Trabajo de Salud Integral de las Mujeres, queremos dar voz al importante papel que juega la Atención Primaria en el acompañamiento de las mujeres que transitan la menopausia, y a las que la salud ha dado y sigue dando la espalda. Un papel que pretende resolver dudas, dar información veraz y ofrecer herramientas para empoderarlas, desde un prisma desmedicalizador, con el objetivo de que puedan vivir este proceso desde otra mirada.
Desde el punto de vista médico, se considera que una mujer alcanza la menopausia cuando lleva un año completo sin sangrados. Sin embargo, la transición menopáusica supone un proceso complejo, con un abanico enorme de posibilidades en vivencias y contexto, tantas como mujeres. Una etapa fisiológica cuya experiencia puede verse transformada por múltiples factores, como son las expectativas vitales, la racialización, el entorno social, la autoestima, las adversidades vitales y el padecimiento de síntomas propios de este periodo.
El estudio de la menopausia en las mujeres ha ido siempre de la mano de la búsqueda de tratamientos, vinculándose a la necesidad de dar soluciones farmacológicas a un proceso natural que no tiene por qué necesitarlos. De hecho, a finales de los años 60, el ginecólogo canadiense Robert Wilson publicó un libro llamado Femenine forever, donde consideraba que la menopausia era una enfermedad hormonodeficiente, curable y prevenible, asociada al deterioro y a la pérdida de la feminidad. A partir de ese momento todo empieza a cambiar y una etapa fisiológica a la que apenas se le había prestado atención, comienza a ser vista como una patología que afecta a la mitad de la población y que debe ser tratable.
De esta forma, una visión medicalizadora de la menopausia se generaliza en los países con más ingresos, abriéndose paso en sociedades consumistas, donde se rinde culto al cuerpo y a la juventud. Mientras en los países de rentas más bajas, la mayoría de las mujeres transitan sin precisar tratamiento farmacológico, la cultura occidental mitifica este periodo y considera la menopausia como un momento de la vida de escaso valor, en el que probablemente se visibilizan excesivamente las pérdidas (de la fertilidad) y se olvidan los logros (la madurez y sabiduría alcanzada con lo vivido). Esto conduce a una reducción del empoderamiento de las mujeres en el manejo de su propia menopausia, con los demostrados beneficios que confiere. No obstante, en esta etapa, podemos destacar aspectos positivos como la ausencia de sangrados y todo lo que significa: desaparición del cansancio vinculado a la anemia y cese de los dolores menstruales, si es que se presentan y abandono de la anticoncepción.
La revisión que hizo The Lancet en 2024 a partir de una serie de artículos recordaba que los dos únicos síntomas atribuibles son los vasomotores (sofocos) y la sequedad vaginal (síndrome genitourinario). El resto de los síntomas tradicionalmente considerados, parecen estar más ligados a otras circunstancias de la socialización de género, como el menor autocuidado o sedentarismo que se asocia a las mujeres, muchas veces en relación con los roles se cuidado de terceras personas, o a la dificultad para conciliar vida familiar y laboral. Por otra parte, la menopausia coincide en el tiempo con la edad media de la vida, momento en el que debutan algunas patologías a nivel cardiovascular, osteoarticular o de cambios corporales derivados del envejecimiento. Es por esto, que achacar todo a la menopausia no es justo ni adecuado para las mujeres.
Por otro lado, cada vez más estudios están demostrando que la atribución de los síntomas psicológicos a esta etapa no es del todo correcta, y se cuestionan supuestos inexactos que atribuyen a la menopausia un riesgo universal de trastornos emocionales. Lo cierto es que la mayoría de las mujeres experimentan poca o ninguna clínica durante la menopausia, ya sea en la esfera mental o física. Además. la actitud ante la aparición de la menopausia y los estilos de vida adoptados pueden ayudar a vivir de una forma positiva o negativa esta etapa
Por estos motivos, consideramos que como médicas de familia debemos ofrecer una atención integral a las mujeres, tanto en la transición como en la menopausia establecida, teniendo en cuenta sus características y antecedentes personales y su contexto a nivel de pareja, cargas familiares, entorno social y laboral. Creemos que algunas escalas de síntomas como la escala Cervantes, usadas en la práctica clínica parten de una visión estigmatizadora, negativa y machista de lo que es la menopausia.
La mayoría de las mujeres transitarán por la menopausia sin necesidad de tratamientos y muy probablemente sin acudir a consulta. En general realizar las actividades preventivas establecidas, como las propuestas en el PAPPS y hacer recomendaciones de una vida saludable puede ser lo único que necesitan del sistema sanitario. Sin embargo, debemos estar atentas a aquellas que sí requieran nuestra atención. Abordar los factores de riesgo modificables como trastornos del sueño o exposición al estrés, que pueden afectar al estado anímico y estar alerta ante aquellas personas con factores de riesgo para presentar síntomas depresivos durante la transición menopáusica por sus antecedentes y situación actual.
La terapia hormonal a nivel sistémico (THM) solo ha demostrado una eficacia moderada en el tratamiento de los sofocos de carácter moderado-severo, por lo que ésta sería su única indicación. Su perfil de seguridad nos obliga a ser cautas en su utilización, balanceando adecuadamente beneficio y riesgo y siempre después de haber informado y consensuado con la mujer. El abordaje de los síntomas genito-urinarios como la sequedad vaginal, requiere un abordaje integral dentro de la sexualidad de la mujer. Escuchar sus vivencias y preferencias, ofreciendo la información que precisen, promoviendo la autoescucha y la priorización en el propio placer, sin confundir sus deseos con los de su pareja..
Haciéndonos eco de la publicación especial de The Lancet, abogamos por utilizar un modelo de empoderamiento. Para conseguirlo, sería fundamental facilitar un acceso a información equilibrada y basada en evidencia, preferiblemente antes del inicio de la menopausia. Además de asegurar una atención por parte de profesionales sanitarios que brinden apoyo, escuchen con empatía y ofrezcan recursos adecuados y tratamiento solo si es necesario y siempre utilizando un modelo de toma de decisiones compartida.
En los últimos años la formación en menopausia durante la residencia de nuestra especialidad ha sido mínima o ausente. Es imprescindible incluirla con una visión positiva, feminista y desde el empoderamiento en las agendas de formación continuada de nuestra especialidad y durante la residencia. En este sentido, la semFYC acaba de lanzar un curso de “Elementales en Menopausia” elaborado por integrantes de nuestro Grupo de Trabajo de Salud Integral de las Mujeres y Atención a las Mujeres de la somamFyC, que os animamos a realizar.
Por último, desde el Grupo de Trabajo de Salud Integral de las Mujeres de semFYC, abogamos por la necesidad de instaurar políticas que apuesten por este cambio de paradigma. Creemos que es necesario potenciar estudios de investigación con perspectiva de género en ámbitos como la atención primaria y sin influencia de la industria farmacéutica u otras organizaciones con conflictos de interés, con el fin de mejorar la salud de las mujeres, también en esta etapa.
*Hemos usado el término mujeres en todo el redactado porque en la mayoría de los casos son estas las que experimentan este proceso, sin embargo no podemos olvidar otras realidades como las de los hombres trans y personas no binarias.
*La Junta Permanente de la semFYC suscribe esta reflexión.