La longitudinalidad como factor de protección de la salud, en un editorial del nuevo número de Revista Clínica
Y es así porque “facilita la atención preventiva y el reconocimiento precoz de los problemas de salud; evita el sobrediagnóstico, la medicalización y los eventos adversos derivados de la sobreexposición a pruebas y tratamientos innecesarios; disminuye las derivaciones a los especialistas del segundo nivel , consigue reducir las visitas a los servicios de urgencias, los ingresos hospitalarios y la mortalidad y mejora la esperanza y calidad de vida, particularmente en las personas mayores”.
Todo esto no es posible casi con ningún otro tratamiento e intervención sanitaria, ya que la longitudinalidad tiene una tasa de reducción de la mortalidad de hasta un 30%. Sin embargo, en lugar de potenciar esta característica de la AP, existe la tendencia todo lo contrario:
Las condiciones de trabajo cada vez más exigentes, con agendas de rebosamiento y menos tiempo de atención por paciente —la principal herramienta diagnóstica y terapéutica en AP es el tiempo—, hacen peligrar el lado más humano de la asistencia sanitaria y menoscaban las ventajas de la longitudinalidad.
Todo ello afecta especialmente a los pacientes más vulnerables: los de edad más avanzada, que son quienes más se verían beneficiados de mantener una relación estable con su médico o médica de familia. Para conseguirlo, afirma Astier solo es necesario “asignar a la AP el presupuesto necesario para que pueda continuar aportando al sistema y a la sociedad lo que solamente AP puede aportar: una atención accesible, cercana, humana, integral, longitudinal y continuada a lo largo de toda la vida del paciente”.
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